La adolescencia es una etapa compleja, que implica varios procesos de cambio, tanto en lo físico como en lo psíquico y social, generando una necesidad de adaptarse de la mejor manera posible al ambiente, estos procesos también acontecen en los padres y el sistema familiar completo, ya que es un descubrimiento y un aprendizaje que requiere una definición y aceptación por parte de todos los que estamos compartiendo con él en este mundo de cambios.
Como padres esto nos lleva a la necesidad de actualizarnos rápidamente cada día en el proceso de definición de nuestros hijos, nos entrega el tremendo desafío de acercarnos, darnos el tiempo de conocerlos y luego aceptar a quien tenemos en frente, soltando la imagen de niños que teníamos de este sujeto que empieza a definirse como un individuo distinto de nosotros… alguien que empieza a poner límites y separarse de nosotros para generar autonomía, aun a su manera transitando, entre un ir y venir de contradicciones, de niñez y de adultez….
En este contexto pueden surgir dificultades en el proceso de adaptación, contradicciones, crisis vitales e incluso síntomas, que nos dan la señal de alarma de que algo ocurre, estos síntomas se transforman en un grito desesperado de ayuda que suena fuerte en nuestros oídos, movilizándonos como padres, a poner atención en lo que está ocurriendo con nuestros hijos, nuestra familia y nosotros mismos.
Cuando esto ocurre es importante activar la capacidad de escucha y poner atención a ciertos elementos que puedan estar dando señales de riesgo en los jóvenes, es importante detectar si ha habido algún cambio significativo en las rutinas, si ha dejado de participar en actividades sociales, si ha dejado de disfrutar de cosas que antes disfrutaba, si tiende a aislarse, esta triste, irritable o muy ausente, además ver si cuenta con redes de apoyo, amistades, espacios sociales. Siempre hay que estar atento a la percepción de apoyo familiar, a algunos cambios en las dinámicas familiares, cambios en el sistema escolar, grupo de apoyo de pares, pertenencia a grupos. Fomentando la capacidad de pedir ayuda e incluso acudir a especialistas cuando se detectan dificultades que interfieren en el funcionamiento cotidiano de los jóvenes.
Esta atención a nuestros hijos, implica generar un dialogo constante, aprender a conversar a través de la practica en distintos espacios, tomarse el tiempo de conocer, validarlo y validarnos, saber del mundo donde habitan nuestros hijos, manteniendo una distancia prudente que les permita saber que pueden moverse por su cuenta y que confiamos, siempre dispuestos a tenderles la mano.
El proceso de conexión con nuestros adolescentes requiere no cerrar los ojos ni negar situaciones idealizarlos o devaluarlos, si no que más bien aprender a mantener la calma, y pensar antes de emitir juicios o condenar ideas y actitudes, es importante y necesario poner límites claros y llegar a acuerdos que permitan relacionarse actualizando las distintas etapas y procesos en los que se encuentran.
Tal vez la tarea más difícil para nosotros como padres es mantener la mirada atenta y constante, respetando la autonomía y la necesidad de ellos de explorar con la necesidad de poner límites y entregar dirección clara intencionando una crianza responsable que fomente la capacidad de maduración, conciencia y responsabilidad personal.
Carolina Benavides Oyarzun
Psicóloga clínica
Docente U. Mayor
Supervisora CAPS
Consulta: +56992372006