El trastorno bipolar se caracteriza por una vulnerabilidad en el estado del ánimo, lo que implica que, si bien existe una base biológica, se ha visto que las personas tienen mayor sensibilidad a los estímulos externos o estresores (contexto o ambiente). Esta manera de entender el trastorno bipolar abre la posibilidad de afrontar activamente la enfermedad, manejando aspectos biológicos y aprendiendo a identificar, tolerar y resolver las situaciones que se nos presentan cotidianamente.

Las intervenciones psicológicas tienen como objetivo trabajar en la funcionalidad, capacidad adaptativa y mejorar la calidad de vida del paciente, empoderándolos de manera que puedan llevar a cabo sus proyectos, identificando los recursos personales y aprendiendo a manejar las dificultades que puedan surgir en el camino.

Uno de los elementos centrales que se debe realizar, posterior al diagnóstico, es un buen proceso de psicoeducación lo que implica la aceptación del diagnóstico, entender qué es el trastorno bipolar y cómo se expresa en el paciente en particular. También se deben identificar los síntomas iniciales que emergen en cada una de las fases, así como la identificación de los ciclos que presenta el paciente, llevando un registro de esto para poder tener claro cuando pedir ayuda o recurrir al médico tratante en búsqueda de apoyo o modificación farmacológica.

El proceso de conciencia de enfermedad es fundamental para lograr: estabilidad en el paciente, sensación de bienestar y control. Esto aporta, significativamente, en la prevención de recaídas.

También se debe trabajar en el estigma asociado al diagnóstico, que puede tener un peso en la construcción de identidad del sujeto, quien debe integrar esta nueva visión de sí mismo, que no parece ser tan amable y que además se torna, muchas veces, incomprensible. Es importante la psicoeducación en el paciente, para que él mismo no se limite y no piense que esto coarta la posibilidad de establecer planes, metas o propósitos. Así mismo, se debe integrar a la familia y la comunidad de manera que no se termine invalidando a las personas a propósito de un diagnóstico si no que, por el contrario, se le integre y se acepten las diversidades basadas en el respeto mutuo.

Algunos de los objetivos que surgen en el proceso de intervención es trabajar en el manejo emocional, la distinción de síntomas asociados al trastorno bipolar que dan la señal de alarma que indica que puede estar en crisis, diferenciándolo del movimiento emocional esperado y concordante con las vivencias; esta diferenciación a veces se torna difícil, puesto que se puede vivir con alarma o dudar de la expresión normal de la emoción. Además, el trabajo de identificación y resolución de problemas, así como el manejo de situaciones complejas es una actividad que puede aportar en el bienestar del paciente.

El proceso de sociabilización y trabajo en las relaciones interpersonales también es central en las intervenciones a realizar, puesto que se ha estudiado que las redes sociales son un sistema de protección de salud mental. Éste es un entramado que sostiene al sujeto y presta apoyo en distintos temas.

El autocuidado es importante ya que implica un acto de responsabilidad personal en pro del logro de objetivos. Para tener un buen autocuidado se debe tener conciencia y estar atento a las necesidades personales, tales como; cuidar hábitos de sueño, tener alimentación balanceada, evitar conductas impulsivas y de riesgo, evitar consumo de alcohol y drogas, realizar actividades deportivas o recreativas, tener rutinas estructuradas, tener espacios de sociabilización, tener adherencia al tratamiento psicológico y psiquiátrico, tener conciencia de enfermedad, manejar registro de estado de ánimo con chequeo de síntomas, contar con redes de apoyo y aprender a pedir ayuda cuando se sienta agobiado.

Carolina Benavides Oyarzun

Psicóloga clínica
Docente U. Mayor
Supervisora CAPS
Consulta: +56992372006